Abrazos y no ‘garrotazos’ a los opositores

Héctor Calderón Hallal

 

Nada ha sido tan benéfico para el sistema político mexicano en las últimas semanas, que esta especie de crisis que ha catalizado los cambios -para bien- al interior de las militancias y de los propios partidos políticos.

Y quién sabe si ahora fue López Obrador el que dio ‘el garrotazo al panal’, en calidad de despropósito, pero que resultó obligando a la definición y a la alineación de forma casi intuitiva de los muy pocos cuadros y militantes que en activo quedan en los institutos políticos, como los añejos PAN y PRI.

Quiso el jefe del Ejecutivo Federal ‘partirle materialmente su mandarina en gajos’ a la Alianza Opositora y al hacer ‘sonar los tambores de guerra’ para los suyos, también propició que los de enfrente salieran ya alineados en contingentes delimitados por banderines de compañías y agrupaciones… acaso por instinto… o por una necesidad.

Fue como aquella táctica habitual del fumigador de plagas domésticas, cuando pretendiendo atacar ‘a ciegas’ una madriguera de roedores o un nido de insectos, con la certeza de que es plaga, aunque desconociendo las dimensiones de esa colonia de individuos ni su ubicación exacta, lanza un ataque con sus polvos químicos por una de las posibles entradas al nido.

El resultado es fulminantemente efectivo: salen en tropel los cientos o millares de individuos espolvoreados con el plaguicida, arreando a sus propias crías a toda velocidad, tratando de huír lo más lejos del lugar.

Para quien dio el garrotazo violento como un inicio de hostilidades (AMLO y su gobierno), el resultado fue malo, porque alertó a sus oponentes y los motivó a definirse primero y a agruparse para su defensa, después.

Para quienes fueron recipiendarios del ‘garrotazo’, cuadros y militantes del PRI básicamente, recibieron una ayuda significativa al permitirles construir lo que en toda batalla representa más del 50% del camino al éxito… lo que en todo problema significa por lo menos la mitad de la solución: reconocer el diagnóstico o recuento de los daños, para poder reagruparse con objetividad y establecer una nueva y funcional estrategia de cara al triunfo que buscan.

Esto es, les permitió saber ¿Quiénes son?, ¿Cuántos son?, ¿Dónde están?, ¿Con qué armas cuentan? Y, sobre todo… ¿Con quién están?…

El pretendido garrotazo de AMLO dado por conducto de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) y su titular, señalando al expresidente Enrique Peña Nieto, por probables actos de blanqueo de dinero al recibir transferencias de altas sumas de dinero de parte de familiares consanguíneos, no es más que un acto desesperado y mediático para lanzar una advertencia al priísmo rancio de la entidad mexiquense y a la llamada clase política local, que “van por el Estado de México a como dé lugar (…) Que no hay acuerdo que valga -ni con el mismísimo EPN- cuando de ir por el poder como fin en sí mismo y no como un medio para servir se trate”.

Y aquí donde es precisamente donde han topado Morena y su líder, con pared… indefectiblemente.

Pues ya le abrió los ojos a la sociedad mexicana -no solo mexiquense- de que este afán desmedido de arribar al poder sin una idea clara y sin tener la disciplina ni la formación mínima suficiente para dirigir los destinos de la nación… ni siquiera de una entidad tan representativa , como la mexiquense.

Porque las pseudo diligencias que llegue a efectuar en esta denuncia contra el expresidente Peña Nieto, Alejandro Gertz Manero, no pasarán de ser simples ‘gritos y sombrerazos’ para tratar de acalambrar a sus adversarios políticos. Algo parecido a lo que ha pasado en tantos meses de encarcelamiento y ‘satanización’ en Estados Unidos del exsecretario Genaro García Luna, cuya sentencia no tiene ‘pa´ cuando’ y cuya seriedad del asunto empieza a quedar en entredicho; son solo los miembros del gobierno de la 4 T los que hablan de supuestos delitos de alta traición a la patria.

Porque Peña Nieto no es -por mucho- Ulises Ruiz de Oaxaca… o el ‘Chuyito’ Valdés de Culiacán, a quienes se les puede disuadir con otro escuadrón de porros.

Al Grupo Atlacomulco se le debe todavía tener consideraciones. EPN no es de ningún modo un enemigo pequeño. Hay montones de vídeos aun sin difundir, sin ‘filtrar’, que podrían poner en entredicho al actual presidente y su ‘buena fama pública’.

De hecho no se descarte que circule de un momento a otro un nuevo vídeoescándalo contra la “Cuarta Transformación”, a fin de ‘hacer respetar el multicitado y célebre pacto de no agresión’ asumido por AMLO y EPN en aquel memorable interregno, que hoy pudo haberse lastimado seriamente… o roto de plano.

Del otro garrotazo, dado días antes al dirigente nacional del PRI, Alejandro ‘Alito’ Moreno, por no haberles cumplido su promesa de apoyar con votos priístas la reforma energética propuesta por López Obrador a través de las bancadas de Morena, no sólo le ha resultado contraproducente a AMLO y a la 4 T, porque aceleró una sacudida en la dirigencia del PRI Nacional pero, asímismo en las dirigencias de los PRI estatales de casi todo el país.

Los priístas se han visto en la necesidad de reconocerse, contarse, asumirse, cuestionarse y sobre todo, reinventarse en la mayoría de los casos.

Retumba en la conciencia de muchos priístas de provincia, casos como el de Sinaloa, donde el gobernador de extracción supuestamente priísta, cambió su dignidad política y su compromiso con los militantes que sudaron la camiseta recorriendo los poblados y las ciudades promoviendo el voto a su favor y, al final, los entregó al partido dominante, a cambio de una Embajada. Hoy, todos aquellos centenares de militantes priístas quedaron expuestos al escarnio de las mafias del partido ganador, la mayoría sin la chambita que tuvieron en las administraciones estatales o municipales y sin un partido a donde concentrarse para la práctica de su proselitismo, su acción social o de promotoría del voto, pues materialmente el inmueble que ocupa el Comité Directivo Estatal está cerrado; sin un dirigente de tiempo completo, pues la actual persona en quien recayó la dirigencia estatal -por prelación, dicho elegantemente-, se gana la vida como diputada local algunos días de la semana, pero en sus ratos libres, para acompletar ‘el chivo’, lava y plancha ajeno y además vende menudo los domingos en el tianguis, por lo que en realidad es poco el tiempo que le queda para dedicarle a esa chamba de dirigente estatal, que por cierto no le representa emolumento alguno; un PRI estatal aquel donde los ‘santones’ de la política local de toda la vida, se pelean a muerte la dirigencia estatal para garantizar su arribo a las candidaturas a escaños y curules de cortesía y de paso les cierran el paso a las ‘nuevas caras’ del quehacer político local.

Pero finalmente, ese garrotazo contundente, dado por López Obrador, se reitera, ha servido para conocer las lealtades de las figuras políticas de todos los niveles; quienes en el pasado desde los estados y a nivel Comité Ejecutivo Nacional le ‘juraban amor eterno al poderoso exsecretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, convertido en flamante coordinador de la bancada priísta desde el arranque de la actual Legislatura, hoy asombrosamente le juegan la contra apoyando las pretensiones caprichosas y patrimonialistas de ‘Alito’ Moreno de seguir al frente del PRI, como si alguien le hubiera comprado y escriturado ‘el juguetito’.

No obstante, se reitera, haber recibido en el pasado reciente la protección y hasta el impulso para alguna candidatura oposición al interior del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, de parte de Osorio Chiong, hoy algunos exgobernadores, exlegisladores y exfuncionarios de extracción priísta se han manifestado deliberadamente a favor de que ‘Alito’ continúe al frente del otrora invencible.

Por lo menos han tomado una definición y son honestos. Pero la actitud acomodaticia no se percibe bien… y aunque no constituye este un acto formal de traición, se encuentra a un paso de serlo.

Esta crisis, precisamente es una inmejorable oportunidad para la definición de las lealtades, a una ideología, a un grupo político, a un jefe político.

Es el momento de ser leales; a una ideología, a un partido, a un grupo político… a uno mismo. Sólo así podremos construir un sistema de contrapesos políticos.

La lealtad es un factor, un elemento a considerar en el ejercicio de la política. No se malinterprete con la sumisión abyecta, con el conformismo o con la subordinación, casi siempre disfrazada con una misma camiseta… la de la ‘institucionalidad’…

Es esta una nueva y trascendental oportunidad para valorar a esas instituciones -sobre todo las más añejas como el PAN y el PRI- que son las únicas de oposición que cuentan con infraestructura y súperestructura-, con una historia muy ligada a la evolución de la sociedad mexicana y de sus ciudadanos en el marco de un proceso de democratización, aun incompleto.

Autor: Héctor Calderón Hallal

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