Algo sobre la Constitución y la constitución moral

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Se supone que es en la Suprema Corte de Justicia de la Nación donde se dirimen los asuntos que violan la Constitución del país o las leyes que atentan contra la naturaleza de la Carta Magna para declararlas inconstitucionales. En tal sentido la Constitución como materia y propósito de su consistencia y persistencia, es el trabajo de los señores ministros.

Hace algunos días escuché una entrevista en un noticiero radiofónico de medio día con alcance nacional, en el que la señora Olga Sánchez próxima secretaria de Gobernación expresó sus puntos de vista ideológicos, incluso psicológicos donde hizo una defensa pueril del consumo de drogas, habló a la vez sin convencer al entrevistador, que los policías militares, eran más bien policías que soldados; aunque al final admitió que son soldados en funciones policiacas; aunque faltaron ambos para mi gusto, en enfatizar que son soldados que detienen a otros soldados, cuando han cometido o se presume han cometido faltas.

Pero en el programa se abordaron además, otras cuestiones sin que la audiencia y un servidor escucháramos pronunciamientos jurídicos sólidos, o una defensa doctrinaria al alcance de los escuchas, o sencillamente el abordaje de los temas, con el sentido común que se asocia –parece que erróneamente- a quienes tienen años, cobrando sueldos mayores del presupuesto que sale de los contribuyentes.

La definición de lo que es una Constitución que se nos recetó, es para la primaria y eso, siempre y cuando sea del catecismo laico como se dice, de los libros de texto gratuitos que desde hace aproximadamente sesenta años, se han producido de manera monopólica dando lugar a versiones de tipo unilateral y fantasiosas de lo que es México.

Para la señora Sánchez una Constitución es: “el acuerdo de todos” como si eso hubiera sido verdad y lo siga siendo, fácil, todos nos pusimos de acuerdo y salió el texto con las más disímbolas modificaciones y ocurrencias, que por ejemplo, hacen inútil la doctrina del senado, como cámara revisora de los intereses de los estados, como garante del pacto federal, hoy a punto de ser añicos, para dejarlo en una cámara repetitiva que además tiene plurinominales, sin sustento doctrinario en la división de poderes, recordando que fue Carlos Salinas el autor de ese trascendente burrada.

Y la citada ex ministra por cierto, es una de las beneficiarias del disparate político y jurídico en el que convirtieron al senado, al dotarle de una identidad no solo fifí, ociosa pues, sino inútil, donde los interés primordiales del la escala subnacional salen sobrando, en aras de fortalecer el centralismo autoritario, al grado de que se inventaron los gobernadores el adefesio de la CONAGO, que no es sino un grupo de presión ilegal que para acabarla de empeorar es inconstitucional. Lo que ha pasado desapercibido y sin pronunciamiento por parte de la Corte, en la que la ideóloga de género que será secretaria de Gobernación, fue hasta su presidente.

Los ministros con un disfraz de jueces británicos, nunca pararon un sindicato de gobernadores espurio; y no se dieron cuenta, o les pasó de noche, que el senado como tal, no existe sino para avalar nombramientos ya precocinados en las oficinas de los presidentes. ¿o miento?

No se escuchó siquiera en el programa citado, se mencionara, una definición de Kelsen o una referencia de perdida izquierdista de lo que es una Constitución; una razonada por lo menos como la de Ferdinand Lasalle, el socialdemócrata alemán que en el siglo XIX., definió a la Constitución: “como el acuerdo político de los factores reales de poder”. Incluso con el fin didáctico que la gente entendiera la incómoda inserción del consejo asesor de negocios que ya apareció la semana pasada, y que encarna la oligarquía mexicana, que ya va estructurar a modo, la continuidad del capitalismo de cuates o de compadritos; con fachada de consultas plebiscitarias, para la plebe, la muchedumbre o también como se dice en el noroeste para plebes, o buquis, porque en la capital de México todavía se les dice escuincles.

Tampoco se pudo escuchar el concepto de la Guardia Nacional, que la señora Sánchez -desconociendo totalmente las instituciones de otros países- incluso de uno afín al nuestro como es España, confundió la guardia civil de allá, con la nacional de México.

Me pareció que la jefa del gabinete de los próximos días, no supo distinguir meridianamente el Estado de Derecho, mas allá de lo que dice el texto gratuito; ni lo que es Seguridad Nacional y su diferenciación con la Seguridad Pública; menos ubicar la que denominaron Constitución moral, que decía: es un código de conducta, en otras palabras un catálogo de buenos deseos; que me supongo para que sea real, debe ser una interpretación -añadiéndole mucho rollo- de los Diez Mandamientos, código supremo de occidente, excluyendo en el caso de la propuesta, la palabra Dios; que es lo central, aunque solo su mención convenga, para quedar bien con la masa o con los del clero, pero en lo oscurito.