Desde el ombligo de la luna

Norma Meraz

En México estamos de estreno. Un nuevo régimen, con un nuevo Presidente de la República.

El país calza zapatos nuevos, atractivos a la vista en el aparador que, a la hora de probarlos, se convierten en esa ilusión que se busca hacer realidad, pero que, al caminar, tal vez aprieten.

Así, luego de un periodo que al pasó de la desilusión y el cansancio, llega a la espera de un respiro para poder seguir adelante, México hace un alto en el camino que le permita un nuevo aliento para continuar el viaje.

México inhala esperanza de una vida mejor.

Al arribar un nuevo régimen encabezado por un reconocido líder social, como hace mucho no se veía, el país encara una etapa nueva que desvela condiciones diferentes para el devenir histórico.

México, que significa “ombligo de la luna” según la lengua indígena, es testigo no solo de un nuevo estilo de asumir el poder, sino de gobernar también.

Más allá de los ritos y protocolos con los que Andrés Manuel López Obrador asume el gobierno, los mensajes que dispara cual escopeta, calan en el sentir de los que votaron y los que no votaron por él, apenas el pasado uno de julio.

Su discurso de toma de posesión pronunciado en la sede del Congreso Federal ante gobernadores –a quienes no saludó; ni a representantes de gobiernos extranjeros acreditados que no mencionó, incluido el Nuncio Apostólico, representante del Papa Francisco a quien pidió ayuda para combatir el narcotráfico– rompió con toda la ortodoxia política acendrada en nuestra cultura-ritual de un nuevo ascenso a la Presidencia de la República.

Ya con la banda tricolor en el pecho y tras haber protestado cumplir y hacer cumplir la Constitución, agradeció con la amabilidad “de una dama” las atenciones recibidas de parte del expresidente Enrique Peña Nieto y por su respeto a la realización de un proceso electoral sin que “haya metido la mano”.

Ante esta distinción pública, Peña Nieto se quedó quieto y se aprestó a recibir cuanto rechazo, reclamo y vituperio a su gobierno neoliberal causante de todas las calamidades que aquejan al país; suda la gota gorda y apechuga a cambio de que no lo persiga por presuntos actos de corrupción, así como tampoco a su corrupto equipo –gabinete– de trabajo.

La declaración de López Obrador de que no habrá persecución a corruptos peñistas hizo que el expresidente aguantara vara mientras el ya Presidente disparaba críticas, descalificaciones y anuncios de abrogación de algunas de las emblemáticas reformas estructurales del sexenio que quedará con el sello de ”más corrupto, impune y violento” de la historia reciente de nuestro país.

Que Andrés Manuel López Obrador es un líder social, sí lo es; que trae una bocanada de esperanza al pueblo, sí que la trae, pero también acarrea consigo un morral lleno de promesas y compromisos que generan altas expectativas y que, de no cumplirse, harán que la esperanza se vaya al desbarrancadero social

¡Qué alta es la apuesta! ¡Qué grande es el riesgo!

La ceremonia de purificación de la vida pública de México fue muy bella en el marco de nuestras tradiciones.

Realizada en el Zócalo –que es el centro y corazón de la capital del país– tal ceremonial llevó una carga de simbolismo energizante; si le agregamos que la ceremonia se inició en lo que fuera el Templo Mayor de la Gran Tenochtitlán, no cabe duda de que la entrega del bastón de mando a Andrés Manuel López Obrador de manos del chamán que representó a los 68 pueblos originarios en el “corazón de México”, que a la vez significa “ ombligo de la luna”, no hay más qué decir.

Sólo que en esa representación de pueblos indígenas no estaban los tarahumaras ni los tepehuanos que caminan en caravana desde la sierra gélida de Durango y Sinaloa hasta la capital de la tierra de Pancho Villa en busca de alimento y expresan “tenemos mucho frío, pero tenemos más hambre”. Tampoco aparecieron las caravanas de tzotziles, ni tzeltales que emigran en busca de una tortilla.

Todos ellos y muchos más ausentes en el Zócalo, son pueblos olvidados que perecen ante los ojos de los corruptos a quienes el nuevo Presidente de la República perdonó que hayan robado lo que a esos indígenas pertenece.

Sin embargo, esa purificación también cobija actos de buena voluntad como mandar a hacer leyes a modo que ayuden a los amigos y puedan llegar a ser funcionarios públicos y tomar las riendas de un Fondo de Cultura Económica, por ejemplo.

Con un “disculpe usted”, después de haber lanzado sapos y culebras en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, Paco Ignacio Taibo II, a pesar de su patanería misógina y vulgar, de su desparpajo irreverente, llegará con un edicto presidencial en la mano y ocupará la silla del FCE.

Preocupa que poco hayamos escuchado del Presidente López Obrador acerca de las medidas a tomar para proteger a los periodistas que ejercen su labor informativa sin defensas y que sean víctimas de la violencia y la inseguridad, amén de la atención que deba brindarse a las familias de los periodistas asesinados es decir a los deudos a quienes no se les hace justicia .

¿Cuál será la estrategia del nuevo régimen para el ataque frontal al crimen organizado? No lo sabemos, ¿será para el descontrol del enemigo?

¡Todo esto desde el corazón de México, el Ombligo de la Luna!

¡Digamos la Verdad!