Esparciendo la fe y la palabra cristiana

Heriberto Galindo Díaz

Yo tengo fe.

Entendiendo por fe, a la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve; concepto que se dice y hasta se cree, mas no profundizamos, nos quedamos en la superficie, flotando en la comodidad del anonimato sobre un mar de opiniones, conceptos y posturas de todo tipo creyendo en todo sin creer en nada, en nada verdadero, tratando de llenar el hueco que tenemos en nuestra alma e intentando saciar esa hambre de amar y ser amados; Al final del día terminamos defraudados, porque nos damos cuenta de que solo fue algo temporal, cuando se acaba el efecto nos damos cuenta de que pusimos nuestra confianza en algo prometedor que resulto siendo una mera ilusión, un impostor, una comida chatarra que nos quitó el hambre un rato pero que lejos de nutrir nuestro cuerpo solo nos hace daño, creímos en un amor falso que por más que lo intente nunca logrará ni si quiera compararse a un amor sincero, a un amor que todo lo puede, que todo lo espera, que todo lo soporta.

Yo creo en el amor, mas no en ese amor efímero y pasajero que se esfuma con el primer desacuerdo, que se esconde asustado cuando hay que enfrentar retos, luchas, desiertos y montañas… No, en ese amor no creo, yo creo en el amor que aunque duela no te suelta, sino que te aprieta mas fuerte, que te abraza hasta que ya estas tranquilo y en paz, hasta que la última lagrima se secó y hasta que tu corazón esté listo para latir de nuevo. Creo en un amor ciego, que no ve tu figura, tu color, ni tus arrugas, sino que trasciende lo físico, lo temporal, lo que se acaba… Creo en un amor paciente, presente y real, que sufre conmigo y no me lo reprocha, que me acompaña llorando y riendo más no solo por pasar el rato sino durante toda una vida… ¿porque eso es la vida no? un rato lleno de ratos, de momentos, de suspiros, de carcajadas, de encuentros y de sueños; sueños que necesitan fe y amor para echar raíces.

Nuestra existencia es un soplo de vida que nos fue dado para que cumplamos un propósito más grande que nosotros mismos, mas los sueños no se logran durmiendo, sino despertando cada mañana, agradeciendo que tenemos una nueva oportunidad de alcanzarlos.

Los sueños se alcanzan con sudor, con determinación, con dolor, alegría y una pizca de sal para que tengan sazón, ya que si no te sabe la vida, simplemente le falta sal.

Yo si creo en los sueños, en las semillas que fueron puestas en nuestras mentes y corazones para que den fruto a su tiempo, mas no me refiero a semillas esparcidas por los sembradores de estos tiempos las cuales al final dan frutos de egoísmo y flores de vanidad, me refiero a los sueños que fueron sembrados en nuestros corazones desde antes que viéramos la luz de este mundo, semillas de grandeza, de esperanza y de propósito.

Es tiempo de que los corazones reverdezcan y florezcan de nuevo, la tierra está fértil, el oído y la mente están hambrientos de verdad y el corazón sediento de amor verdadero.

Reitero, yo creo en el amor, en el amor incontenible que se desborda y ahoga toda falta, toda agresión, toda vergüenza y todo dolor. Un amor que alimenta y riega nuestros sueños para que alcancemos los propósitos por los que fuimos creados.

Yo creo en el amor que da su vida por otros, y que mas grande amor que el de aquel que entrego su vida para que viviéramos, que sufrió y murió para que pudiéramos conocer lo que es ser amado, amado realmente y entrañablemente, no por mis logros, ni por mis fotos, ni por mi apariencia sino verdaderamente amado como soy, sin retoques ni máscaras, con mis luchas y debilidades, haciéndome ver el valor que tengo, revelándome la belleza con la que fui cuidadosa y detalladamente creado por amor.

Esa es mi identidad, dada por un padre que sus brazos nunca se cierran sino que me alienta en la carrera día a día hasta llegar a la meta, hasta que el día sea perfecto.

Se que no logro captar ni una mínima parte de lo que significa el amor de Dios en mi vida mostrado a través de Jesús, lo que humildemente busco es expresar y compartir aunque sea un pequeño fragmento de ese amor que me ha sido mostrado y que con una dosis de fe en acción y la convicción de vivir cada día con un corazón agradecido, estoy seguro de que estamos en camino a hacer realidad algo grandioso.

Semblanza

Heriberto Galindo Díaz es un músico y cantautor Cristiano. Orgullosamente mexicano. Licenciado en Comunicación Social en la Universidad Iberoamericana y Chef de alta cocina en la Universidad Anáhuac, ambas de la Ciudad de México. Con diplomados en finanzas y operación de negocios.Pianista, ejecutante de la guitarra y el órgano; también es pintor.

35 años de edad. Casado con Fernanda Alcántara, con quién ha procreado tres hijas: Fernanda, Isabel y Sara. Dirige la música de labranza y adoración en una iglesia cristiana de Vancouver, desde hace 11 años.

Vive en Canadá desde hace 13 años, desde donde envía un mensaje de esperanza a México, lugar donde se encuentra su origen, sus ascendientes.

Y lo hace con la convicción y férrea voluntad de todo aquel mexicano que lucha por ganarse un lugar en un medio distinto al suyo. De imponerse con calidad en la competencia cotidiana de un país como Canadá, con una esencia cultural e histórica diferente a la de México, pero con un mismo origen y destino: la fraternidad y el amor.

Galindo Díaz se ha ganado el reconocimiento de la comunidad cristiana de Vancouver, metrópoli enclavada en la Columbia Británica, por su calidad como cantautor de música cristiana pero, sobre todo, por su fraternidad y su espíritu de servicio al interior de la comunidad.

En Canadá residen -legalmente- cerca de 100 mil mexicanos, los cuales se distribuyen en los 3 principales conglomerados urbanos: Ontario, Quebec y la Columbia Británica, a la que pertenece Vancouver.

Los cerca de 20 mil mexicanos que viven en aquella ciudad a 4, 771 kilómetros de distancia, envían al pueblo de México un mensaje de fe y esperanza a través de uno de sus más destacados miembros, donde reiteran que este período de emergencia sanitaria, sirva para fortalecer la fe y la hermandad; que nos recuerda que ser mexicano es más que una condición étnico-social; es un estado de ánimo, una forma de vida que nos distingue ante el mundo.

hch