La radio, más allá de lo digital

Por: Héctor Calderón Hallal*

El consumidor, a quien está dirigido el beneficio, uso y usufructo de cada artilugio novedoso, obra o invento que surge, indefectiblemente conoce propiedades y funcionalidades del producto a partir de los designios y arbitrios de la industria organizada mundial.

Así vamos conociendo dosificada, maliciosamente a cuentagotas, los avances de un artículo que se va volviendo imprescindible para la vida del hombre, como lo han sido en los últimos años -por ejemplo- los ordenadores o computadoras, en sus dos diferentes pistas de innovación: el hardware y el software.

Nos hemos tenido que tomar el trago amargo a lo largo de los últimos veinte años, de comprar compulsiva y vertiginosamente los productos que van surgiendo y que la industria nos vende como imprescindibles; como buenos dependientes del avance tecnológico y de los designios de la industria y de sus tiempos e intereses.

Hemos sido testigos y víctimas comerciales, por ejemplo, del nacimiento, evolución, perfeccionamiento y hasta muerte de artilugios que en su tiempo fueron la máxima novedad y necesidad, como el floppy disk, el minidisk, la memoria USB.

Vivimos el nacimiento, evolución, perfeccionamiento y muerte de sistemas de software de los primeros años de vida a finales de los noventa; como los Word, los Excell, los Power Point, los Outlook, etcétera; en sus versiones primigenias hasta llegar a las más actualizadas, expresadas con el año en que surgieron; …y ahí estamos para comprar a los hijos y ahí estuvieron también nuestros padres, para comprarnos de inmediato la novedad, cada año que iba saliendo y plagiando cada una a su antecesora, por un acto reflejo de necesidad, …de funcionalidad.

Esos son sólo un par de ejemplos en los que los consumidores y a la vez usuarios hemos sido esclavos pues de la industria y sus designios.

Pero hay un invento, del cual podemos ya suponer, por su funcionalidad, maleabilidad a los vertiginosos cambios del desarrollo y designios de la industria, que se sobrepondrá y emergerá al final de la carrera por el mercado: la radio.

Basado en la transmisión del audio, éste un medio más que auxiliar para la difusión masiva; un medio imprescindible…complementario. La sociedad contemporánea, en la dependencia generada por el avance tecnológico, se ha vuelta perezosa, cómoda y más allá de lo funcional, limitada en su creatividad.

El desarrollo tecnológico se vincula cada vez más con la incapacidad del usuario a encontrar algoritmos de actos motrices humanos, voluntarios e inteligentes, en busca de la solución a determinado problema o planteamiento.
En esta lógica de comodidad absoluta para el consumidor o usuario, la industria ofrece la respuesta más adictiva y nociva que podía hallarse para su normal desarrollo orgánico; las leyes de la evolución y de la selección natural, perfeccionadas en su tiempo por Lamarck y Darwin, comprobadas plenamente, nos remiten a que órgano que no se usa se atrofia. El cerebro
mismo es objeto de esta razón indiscutible.

Pero el afán de vender a toda costa la comodidad, se propone generar en el consumidor la dependencia absoluta del producto o invento. No hay principio moral ni humano de por medio; no le importa a la industria el desarrollo orgánico del hombre que las consume.

Sin embargo el audio sí rompe esta dependencia fatal.

Es un poderoso auxiliar del proceso de difusión de la noticia y del comercio, toda vez que no provoca esta inactividad o dependencia del hombre a la inmovilidad que prohija la tecnología sintetizada en una imagen del internet o de la televisión o la fotografía.

Por el contrario le permite ejercitar simultáneamente otros órganos; aguzar sus sentidos, entre ellos el oído; seguir siendo productivo a la vez que oye. El audio es pues Imprescindible; complementario y hasta supletorio de la El poder de la voz, de las ideas ordenadas, de las emociones amontonadas y de la armonía, conjuntadas en la música, es capaz de vender, transmitir o generar convicción en los oyentes….vende la nota, el encabezado, el pregón, el anuncio sintético del hecho noticioso o el producto; ya del contenido, del detalle y de la precisión como de la probanza plena, se encargarán las imágenes.

Es además, totalmente funcional la convivencia del audio con el desarrollo del internet;…. es el vehículo más rápido, más económico, más familiar y primigenio a los sentidos del hombre.

Se recuerda puntualmente aquella memorable y contundente frase de las cápsulas de la señal radial de la desaparecida estación Formato 21 de esta Ciudad de México de hace 30 años; cada media hora informaba al público sobre el tráfico y las alternativas al público, un locutor que abría con su frase rúbrica: ”Entérese ….sin tener la vista fija”.

De ahí la importancia comercial, política; de persuasión, difusión y convicción que tiene la radio como el medio de comunicación por excelencia.

Por esa y muchas razones, el medio difusor por excelencia seguirá siendo la radio, más allá del desarrollo del resto de los medios electrónicos; difícilmente desaparecerá.

No es un vaticinio propio del suscrito. Se recoge de varios expertos; entre ellos del propio Marshall Mac Luhan.
Cuando el internet y la televisión, ya comprimidos en la misma señal, alcancen su máximo desarrollo y esplendor, por ahí estará, simultáneo a su desarrollo, la presencia de la radio difusión como medio indisociable y complementario.

Y la radio seguirá, cuando el consumidor empiece a dedicarle menos tiempo a las imágenes y a la instrucción estrictamente visual; cuando reoriente el hombre sus procesos al aprendizaje vivencial, proactivo; práctico.

La radio fue primero que la televisión y el internet. Acaso por un accidente, sin proponérselo, el hombre descubrió primero la transmisión del sonido a través de la comprensión de las ondas herzianas. Y de obtener una utilidad práctica, concreta del fenómeno.

Pero bien pudo haber sido al revés; primero haber descubierto la forma de producir imágenes con base en esas mismas ondas electromagnéticas, o de transmitir en base a señales codificadas, sea por cable o vía aérea. Ya nos estuviese vendiendo la industria el invento de la radio con gotero; cada mínima novedad de avance, cada nueva forma de presentación,
etcétera.

Se sabe también que el propio desarrollo de la radio mexicana surgió por un mero accidente comercial.

El caso de la W

La familia Azcárraga, de ascendencia española, del país vasco para ser exacto, llegó a principios del siglo 20 a la Ciudad de México, procedentes de Tampico, Tamaulipas; acaso por ahí habrían ingresado al país algunos años antes.

Como gente trabajadora, gregaria y productiva que son en su mayoría los peninsulares, lograron generar los apoyos y amarres suficientes para poner comercio en la zona centro de lo que era la entonces Ciudad de México, de aproximadamente 540 mil habitantes, con una tasa de crecimiento de un asombroso 2.6% anual. Por lo que era un centro poblacional con enormes necesidades y demanda de productos de todo tipo.

Pues como buenos españoles, los Azcárraga pusieron mueblería con colchonera; típico en esa comunidad, como lo son la vinatería con ultramarinos y a la panadería. Negocios propios de la ciudad y de la época. Pues en esa mueblería se exponía para su venta un artículo de madera finamente tallada, de grandes dimensiones, pero cuya utilidad se desconocía del todo en aquel México de la primera década del siglo 20. Con el paso del tiempo y después de muchos requiebros y jolines de parte de Don Emilio Azcárraga Vidaurrueta, patriarca del clan familiar y empresarial, debido a que el aparato ese no se vendía dado que se desconocía a plenitud su utilidad, fue que se propusieron entre todos a dar respuesta a esa adversidad particular y originalmente motivados para vender el aparato, obtuvieron del presidente Pascual Ortíz Rubio, ya para 1930, la concesión para operar una de las primeras estaciones radiofónicas de américa latina, pues el servicio de la radiodifusión ya tenía mucho auge en los Estados Unidos.

Con un crédito conseguido con amigos inmigrantes españoles incrustados en la directiva del entonces Banco de Londres y México, antecedente de la desaparecida Banca Serfín; con un anticipo de la cervecería Cuauhtémoc para manejarle la publicidad por un año entero y con toda la fe del mundo en sus trabajadores, en el consumidor, en el proceso de la comunicación para hermanar a los pueblos distantes y sobre todo con un gran amor a su país, …su nuevo país, México, es que se dieron a la gran aventura que fue y ha sido la industria de la radiodifusión, constituyendo lo que hasta hoy ha sido la estación XEW, pionera del resto de radiodifusoras del país y desde luego, dela propia industria televisiva nacional; antecedente de lo que es hoy TELEVISA, para decirlo de una vez.

Pues ha sido tan noble el negocio de la radio, que de haber promovido en aquella mueblería -según relatan vecinos del centro de la ciudad- el radio, como un artículo asombroso que traía un enanito al interior, que hablaba y cantaba, pasaron a ser los impulsores de una empresa que ha sido desde entonces, testigo fiel de la vida nacional y del acontecer del mundo; compañera fiel del mexicano, pobre o rico; sólo o en familia; trabajando o en su descanso.

La W empezó transmitiendo en calidad de pruebas, la ceremonia del grito de Ortiz Rubio en 1930; ahí empezó su relación con el poder quizá. Después transmitía programas en vivo, con público asistente. Cantantes, declamadores y ejecutantes de música de la época en vivo. El gran locutor Pedro de Lille, jovencito, estuvo desde el primer día de la inauguración de la que sería su casa, un 18 de septiembre de 1930. De Lille, que sería quien, tras haber dirigido un concurso de cantantes aficionados, le vaticinó al ganador de nombre Pedro Infante Cruz, que sería el próximo ídolo de México; y no se equivocó unos años más adelante. Aunque Pedro Infante sería cantante de la también gran estación, XEB. Nunca fue de la W. A la XEQ, estación hermana de la W acudió a grabar la serie radiofónica Ahí viene Martín Corona, en 1951, ya como un fenómeno. Dato curioso. En la XEW le cerraron el paso a Infante en sus inicios. Empezó a transmitir con una potencia de transmisión de 5,000 watts y para 1935, aumentó a 50 mil watts.

Toda una historia de éxitos concatenados. Pues empezaron sus propietarios orientando el interés comercial hacia la venta de espacios publicitarios, del comercio establecido específicamente y de ahí, una vez superado con creces el anterior objetivo, pasaron a la promoción de la industria musical y discográfica, siendo pioneros en este rubro, e impulsores de la mayoría de las carreras de los artistas de México del siglo 20; y superado el anterior objetivo, descubrieron y le pegaron al asunto de la difusión del tema noticioso político de los gobiernos en turno, con el consecuente crecimiento de los noticieros y programas de comunicación masiva de la obra de gobierno.

Así, que de haber tenido el interés original en vender el mueble aquel donde se oía, música y poesías de voces engoladas, pasaron a descubrir la importancia de vender el tiempo aire-publicidad, como a conocer la importancia de los criterios editoriales de sus noticieros.

El pasado 17 de julio, la familia Azcárraga decidió venderle el 50 por ciento de las acciones que poseía de lo que fue Grupo Radiópolis, que involucra a 17 grandes radiodifusoras en todo el país, a un viejo socio comercial y conocido empresarial, el corporativo CORAL de la familia Alemán Magnani.
Entre estas va XEW.

La decisión de parte de su ahora expropietario, Emilio Azcárraga Jean, se tomó tras haber registrado la empresa un desplome en sus utilidades en el segundo trimestre del año y por significarle en general al grupo Televisa sólo el 2% del total de sus utilidades corporativas. La transacción se verificó en aproximadamente 80 millones de pesos. Poco para lo que significa empresarial, histórica y culturalmente el corporativo encabezado por XEW.

Con la convicción de que seguirá siendo la radio el medio de difusión por excelencia, se tiene la convicción de que la empresa quedará en buenas manos; administradores congruentes y que rescatarán en todo lo que vale, este gran activo de la cultura y la historia moderna de nuestro país.

Autor: Héctor Calderón Hallal

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