Ocupamos una nueva Ley de Partidos Políticos

Héctor Calderón Hallal

 

Cansada, muy cansada está la sociedad mexicana de observar este triste espectáculo, cada que hay una renovación de ciclo legislativo o de gestión administrativa.

Se van unos, pero llegan otros… igualmente peores que los anteriores; y así en un ejercicio cabalmente crónico y progresivo.

En un país donde ni las reglas mínimas de calidad profesional ni laboral -menos humana- se cumplen, para el desempeño de un cargo de representación o administrativo, debe de empezarse a plantear ya con seriedad la necesidad de escuchar a aquellas voces a las que no hemos oído por desdén o por prejuicio… o quizá hasta por flojera.

Son las voces de nuestros mayores, muy apegadas a la corrección en todos los órdenes.

Son esas voces que se dijeron cansadas -desde hace muchos años, en vida- de observar ese triste espectáculo circense que cada 3 o cada 6 años, cambia para seguir igual.

Son las voces que nos advirtieron que no mejoraríamos como sociedad a partir de un nuevo político, o de un nuevo partido… o ni siquiera de un nuevo sistema socioeconómico que trajera consigo un nuevo ‘régimen’ constitucional. Se ocupa la aplicación irrestricta de la Ley tal y como está en México (una Constitución Liberal de avanzada, un verdadero contrato social), pero con honradez, con honestidad y con amor al país.

Y era puntualmente cierto aquello que nos decían.

No necesitamos ‘superdotados para la política’ ni monjes franciscanos manejando el presupuesto nacional; no necesitamos ‘derroche de carismas´en las tribunas públicas ni visos de santidad en el oficio de los ´Césares´… Tampoco necesitamos un nuevo órgano adminsitrador de las elecciones y sus procesos complementarios… por supuesto que no; no necesitamos un nuevo INE.

No necesitamos ser gobernados con balbuceos ininteligibles todas las mañanas, ni con desplantes de iluminados con tufo a desprecio a la institucionalidad y al progreso material y humano, conseguido a sangre y fuego por el hombre a lo largo de los siglos… el país es mucho más grande que eso.

No… no necesitamos experimentos con ídolos ignorantes que prometen construir ‘transformaciones estructurales’… pero sin planos y sin método.

Nunca se han ocupado tampoco resentidos ni acomplejados al mando de la sociedad mexicana.

Porque definitivamente los políticos -particularmente estos que tenemos en México ahora- no son una casta divina, ni siquiera son ‘moralmente superiores’ al resto de la ciudadanía; aun cuando se asumen convenientemente como ‘venerables entre iguales’, en sus festines y ‘comilonas’ particulares, cerradas misteriosamente al pueblo… pero que en los hechos propician un ‘establishment’ intocable al escrutinio popular y formado de gigantes, aunque con pies de barro, a los que el pueblo no puede derribar en un enfrentamiento de tú a tú.

Esos que deambulan hoy y desde hace mucho, de un partido a otro sin pena ni gloria; esos que nunca tienen necesidad económica ni penuria mínima como el resto de los ciudadanos que vivimos expuestos al maltrato y las amenazas del patrón, cuando nos demoramos cinco minutos de la hora de checar al ingreso a laborar… esos individuos que se ríen de espaldas a la población cuando recogen de esta el clamor por mejor seguridad en las calles y en los poblados… vamos, el clamor porque les digan al menos, a dónde enterraron al hijo o al familiar; son esos mismos individuos empoderados, los que cínicamente vivieron lloriqueando por décadas y se dijeron víctimas de la represión política por manifestar o publicar sus ideas y ahora se irritan tan fácilmente con la crítica y están al borde de decretar mandamientos legales para sancionar a la prensa que los critica; son esos mismos individuos hoy empoderados, que se desgañitaban en los mítines clandestinos de su pasado político famélico y perdedor, denunciando los privilegios y la impunidad de los políticos del pasado… y hoy, son los mismos que se ofenden porque se difunden imágenes y razonamientos que dan cuenta de la forma en que viven, llenos de privilegios logrados gracias a su cercanía con el poder y desde luego, mediante actos de carácter ilegal: recibiendo dinero en efectivo para campaña presidencial del hermano, con casas no precisamente de interés social en exclusivos barrios de Houston, Texas…

Esos individuos empoderados hoy, son los mismos que se burlan de la tragedia del pueblo y, no obstante el agravio a la legalidad en los procesos electorales recientes, se vendieron con el Gobierno Federal a cambio de permitir el arribo de esa nueva y nefasta clase política, pidiendo embajadas y consulados a cambio de su desempeño delictuoso y fraudulento; cambiaron el reino (y su prestigio) por un plato de lentejas… y tan prostituídos unos como los otros; porque no se prostituye solo el pasivo, sino también el activo.

Son los célebres e intocables políticos de este país, empezando por el Jefe del Ejecutivo Federal, gobernadores, alcaldes, funcionarios de todos niveles, diputados y senadores… que junto con los partidos, son el principal y gran problema de México, en este momento.

El principal tumor que alienta el catabolismo en el que estamos cayendo y a lo primero que habría qué ‘meterle mano’ es al ordenamiento jurídico o normativo que da vida a la existencia de los famosos partidos políticos y a su convivencia legal en la actualidad.

Lo que indirectamente tiene que atacar, cual si fuera una prodigiosa ‘carambola de tres bandas’, con un ajuste a los privilegios de los que gozan todos los políticos y altos burócratas que se dedican a vivir del presupuesto público hoy día.

Porque tampoco, esto es muy importante, necesitamos que se estén reproduciendo las ‘burocracias partidistas’, es decir, gente que trabaja para servir a su vez a las ambiciones y los intereses personales de otros presupuestívoros, que viven ‘representando a sus partidos y encabezando a cada proceso cuanta candidatura se atraviesa’ aprovechándose de los vacíos legales, de los nichos interpretativos y de las componendas dadas ‘en lo oscurito’ entre el Gobierno y ellos, los sacrificados representantes y eternos candiatos de los partidos, que -como los toros de lidia- han ‘desarrollado instinto’ y han aprendido a vivir mañosamente de la circunstancia jurídica y de la hoy innecesaria necesidad del Estado Mexicano por consentir y considerar a las diferentes expresiones u organizaciones políticas del país.

Hoy, cualquier fuerza política o individuo en lo particular que cubra o reúna los requisitos mínimos para registrarse legalmente ante el INE y competir por cargos electorales, lo puede hacer y de hecho, en este país, ha existido una sobrerrepresentación en los últimos años.

Ya no estamos en la década de los sesentas o los setentas, en que las minorías brillaban por ausencia en las cámaras legislativas y en los gobiernos de los tres niveles. Hoy no solo están sobrerrepresentadas… hoy gobiernan y deciden elecciones las minorías.

No obstante que el desempeño de las fuerzas llamadas minoritarias no ha sido digno, ni útil para el país… por mucho.

Son demasiados los 500 diputados y los 128 senadores.

Es demasiado el presupuesto destinado a los partidos políticos… y consecuentemente al INE para poder hacer su trabajo integralmente.

Y es tan pobre el resultado y tan triste el espectáculo que se observa después de cada elección o al inicio de cada trienio o sexenio de gestión legislativa o de gobierno.

Son los mismos individuos deambulando sin dignidad de un nivel a otro , de un cargo a otro y últimamente… de una militancia a otra. Ya perdieron la vergüenza.

Pero la forma de combatir esta indignidad y este exceso de ‘burocracias’, vamos, a este exceso de presupuestívoros, será evitando que existan condiciones financieras para que existan estos pequeños ‘mandarinazgos’ en los partidos; estos cacicazgos.

Los mexicanos estamos hartos de tener pseudolíderes (caciques ) en los partidos, que luchan menospreciando la vida (la propia y la ajena muchas veces), con tal de llegar al liderazgo del partido que les permitirá sobrevivir hasta el próximo proceso electoral y alcanzar posiciones ‘de cortesía’ (por la vía de representación plurinominal), con tal de seguir viviendo del presupuesto sin trabajar.

Hartos de ver como esos caciques de la ‘democracia’, hacen candidatos a los parientes, a los amigos cercanos… a la secretaria, a quien sea , con tal de cerrarle el paso a verdaderos ciudadanos que tienen auténticos méritos, vocación y militancia comprobada, de la forma más mezquina, como se puede ilustrar recientemente… y en los partidos grandes y de vieja data.

El INE debe ser una especie de banco del honor y la militancia de los ciudadanos, donde se resguarden sus derechos y se administre (o se diriman) verdaderamente las controversias en la materia. De igual forma los procesos internos de dirigencia deben ser administrados y organizados íntegramente por ese órgano electoral… y ya no más por el Presidente de la República en el caso del partido mayoritario en turno, ni por las mafias que dominan en los partidos, en los demás casos.

Porque de 1977 en que se debatió y aprobó la reforma electoral que dió cabida a los diputados plurinominales … a la fecha, ya ha corrido bastante agua bajo el puente; y también bastante tinta y abundante saliva legislativa se ha derrochado inútilmente; es tiempo de un cambio… Los partidos y los políticos de las diferentes corrientes filosóficas, ideológicas y socioeconómicas, están suficientemente bien representados en las dos cámaras legislativas y tienen presencia en muchos gobiernos locales.

Es tiempo de una nueva Ley de Partidos Políticos.

Ese debiera ser el gran reto de la oposición en México, simultáneamente a la búsqueda del posicionamiento en la preferencia del electorado de aquí al 2024: robarle la agenda legislativa al Presidente; no permitir que avance el afán de estatización de todos los órdenes de la vida nacional.

En síntesis, no seguir la oposición con esa abulia que le impide ser creativa en la adversidad, siendo minoría relativa y demostrarle a la población de qué está hecha.

Autor: Héctor Calderón Hallal

@pequenialdo; E-Mail: hchallal99@gmail.com