UNAM: Reserva moral y popular de México

Héctor Calderón Hallal

 

La importancia de las instituciones… particularmente de la Universidad Nacional Autónoma de México, la gloriosa UNAM, es por demás inocultable.

Convertida hoy por hoy, en una de las pocas reservas morales del conocimiento y la cultura popular mexicana.

Sirva este modesto escrito de refrendo y ¿por qué no? de justo homenaje.

Y aunque buena parte de este trabajo esté vinculado a la agudeza intelectual del gran pensador y constructor del Estado moderno mexicano, como lo es Jesús Reyes Heroles, el suscrito prefiere reservar que otras mentalidades más ilustradas y con auténtico vínculo con Reyes Heroles, aborden y estudien esas estelas luminosas que se desprenden de los razonamientos del tuxpeño.

Hoy simplemente quiero destacar, en base a una grata visita que hice en fechas recientes a la Hemeroteca Nacional de la UNAM, integrante del complejo Biblioteca Nacional, enclavado en el Circuito Cultural Universitario de aquel enorme inmueble educativo del Pedregal de San Ángel: la puntual relevancia que reviste el servicio que ofrece a la sociedad mexicana y mundial, la ya legendaria C. U, desde su inauguración , en 1953.

Pero decir lo anterior es poco menos que repetir hasta el cansancio un lugar común.

¿Por qué la UNAM –grandilocuentemente como lo anuncio y sin temor a la equivocación- es una reserva moral del conocimiento y la cultura popular mexicana como mundial?

Porque la Universidad Nacional, desafiando a los dictámenes e intereses mercantiles o parcializados de los Gobiernos y organismos del mundo, resguarda en todo momento, conceptos e instituciones que le han dado certeza al progreso humano y material del hombre en la era moderna… específicamente a partir del siglo XVI y desde antes –quizá- desde el Renacimiento, en que surgen el Estado Moderno, como la cultura formal –ordenada tal y como la concebimos en la modernidad- y las bases o protocolos de lo que hoy concebimos como la ciencia moderna y el método científico en general.

Conceptos que vinieron a desterrar el subjetivismo de los gobernantes; su libre arbitrio sustentado en dogmas y creencias; las razones dinásticas del poder; las razones de grupo; los individualismos; las interpretaciones torcidas de la toda razón de Estado; así como todo ataque sistemático a la moral y a la idea primigenia de lo que es legítimo para el hombre.

Por lo menos así lo creíamos… que aquellos conceptos y principios habían llegado para desterrar a estos últimos vicios, dogmas y creencias mezquinas. Aunque según vemos, no ha sido así del todo… prevalecen, aparecen como brote, de repente, visos de que no se han ido… de que hay enfermos de poder que han malinterpretado la esencia del Estado científico moderno, trastocándolo por uno totalmente utópico y que se creía ya “abatido” o desterrado.

Aquellos conceptos principios e instituciones que dieron y siguen dando  garantía de continuidad –se reitera- al desarrollo exponencial de la humanidad, son: la ley y la legalidad; el orden y la paz públicos; la equidad o igualdad frente a la ley; el respeto irrestricto a la solemnidad de un ordenamiento legal vigente; todos, conceptos que giran en torno a un concepto o institución neurálgica, central: el Estado.

Pero lo que pretendo demostrar va más allá de la justificación oficiosa –pero justa y exacta- del Estado Mexicano y moderno en general: La UNAM resguarda en algunas instituciones creadas exprofeso, el devenir histórico de estos conceptos e instituciones, sus orígenes, evoluciones, contratiempos y obstáculos contra los que se han enfrentado hasta lograr consolidarse en lo que son actualmente.

La memoria impresa en este caso, de la evolución de la sociedad mexicana, divulgada en medios formales de comunicación social escritos, se tiene formalmente organizada y sistematizada, en instituciones universitarias como la Hemeroteca Nacional.

Verdaderamente asombrosa resulta la forma tan escrupulosa y quirúrgica, como los funcionarios y empleados universitarios le dan tratamiento al resguardo y la exposición para consulta de absolutamente todos, los medios impresos históricamente producidos y difundidos en nuestro país y en los principales países del mundo.

El tema, el autor (investigador, reportero, editorialista) del que se trate… y de la época que sea en la historia de por lo menos los últimos 150 años.

Gracias a esta visita a la Hemeroteca Nacional de la UNAM, que propiamente fue una diligencia que el suscrito desempeñó en base a una instrucción recibida de parte de dos superiores jerárquicos laborales, en quienes reconozco genuina sabiduría en torno a los temas científico sociales; particularmente en uno de ellos, quien ha tenido una participación más abundante y constante como mando superior en el Gobierno de la República… es que hoy puedo reseñar frente a mis escasos lectores que la UNAM y sus institutos y facultades, tal cual es, se encuentra francamente desaprovechada por la sociedad y particularmente la juventud mexicana de nuestros días.

Una instrucción que agradezco de corazón… porque me devolvió a la UNAM, mi antigua y primigenia casa, donde forjé mis primeras ideas y concebí mis primeros sueños profesionales… un “Deja Vú” inesperado, de esos que cambian a veces el rumbo de tu vida.

Tuve pues la fortuna, -el privilegio vamos- de asomarme a la colección de un clásico del análisis político del México contemporáneo: El semanario Proceso, de los años ochenta y noventa.

Encontrar entre sus páginas, las más hermosas y algunas hasta vitriólicas -¿por qué no?- crónicas o argumentaciones de defensa o crítica de las ideas –sin excepción-, protagonizadas por las mentalidades de un Vicente Leñero, un Froylán López Narváez, un Federico Campbell, un Salvador Corro, un Elías Chávez, un Carlos Fazio, una María Esther Ibarra, un Raúl Monje, un Francisco Ortíz Pinchetti, un José Reveles…

Recordar los editoriales en forma de cartón de los maestros Efrén, Fontanarrosa, Naranjo, Rius… entre otros muchos talentos de la caricatura política que desfilaron por ahí e hicieron escuela…

Pero a la vez, poder contemplar la fuerza, la influencia en el acontecer político de un diario como El Universal de los noventas; con la contundencia, elegancia y veracidad de un Francisco ‘Paco’ Rodríguez, en su columna (aún vigente) Índice Político; la constancia y el profesionalismo de un Ángel Trinidad Ferreira; o el estilo ágil  de un Francisco Cárdenas Cruz.

O las revelaciones, producto de prolíficas investigaciones, del maestro Carlos Ramírez, en su Indicador Político, primero en La Jornada y luego en El Financiero. Ramírez, un dignísimo discípulo del desaparecido Manuel Buendía.

Y más aún, en otro piso de la Hemeroteca Nacional, un inmueble por demás funcional de 6 pisos, dar un paseo por la sección de la historieta, un género periodístico que formó opinión y forjó cultura popular, indiscutiblemente.

Ir desde las nostálgicas aventuras de “La Familia Burrón”, hasta los ´papasales’ del “Memín Pinguín” o de “Las Aventuras de Capulina”… desde los geniales sonidos de ambientación de “El Libro Vaquero” (¡Pajiúmmmm!… ¡Pajiúmmmm!… : balazos en un punto lejano de la pradera, llevados por el eco y por el viento)… hasta las más enardecidas historias de romance y chisme farandulero, plasmadas en las setenteras fotonovelas o en las columnas de publicaciones como “Notitas Musicales” o “TeleGuía”; es el polifacético pero entrañable viaje que nos ofrece una visita a la hemeroteca Nacional de la UNAM, auténtica memoria de la cultura popular mexicana de los siglos 19, 20 y 21; donde no todo parte desde una perspectiva “cuadrada” y metódica de la historia nacional.

Autor: Héctor Calderón Hallal

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